Ayer, si no me mirabas,
como tu cristalina pupila no me iluminaba,
un diáfano agujero negro,
que desde siempre había refulgido,
era mi más encendido guía.
Ayer, si no me arropabas,
como no tenía el descanso de tu regazo,
una supernova en calma,
primorosa, me arrobaba.
Ayer, si no me acariciabas,
como no sentía la tibieza de tus manos,
el manto de un gélido sol,
radiante, me derretía.
Hoy, que no me besas,
tu claridad de azucena
da paso
a una palidez de luna negra.
Hoy, que para mi no bailas,
tu danza de sirena
se disuelve
en un rastro de cometa borracho.
Hoy, que por mi no lloras,
tus lágrimas de princesa
se convierten
en una seca lluvia de estrellas.
Pero, ¿ y mañana?...
¿Podrán contener las paredes de mi corazón
el eco de tus palabras de amor?
¿O habrán de reverberar errantes
en los insondables límites
de una nebulosa de pasión?.