Mientras ella lloraba, sin que se diera cuenta,
yo recogí sus lágrimas en un tubo de ensayo
y en mi laboratorio, después, como de rayo,
he creado con ellas una lluvia violenta.
Comenzó suavemente, de manera tan lenta
y tan intermitente como lluvia de Mayo;
pero luego, ¡Dios mío! por poco y me desmayo,
convirtiose en sonora y estruendosa tormenta.
¡Cuánto logran las lágrimas de la amada que llora!
¡qué estropicios intensos con su llanto provoca!
Sus sollozos te saben a ternura y a culpa.
Mas después de un abrazo llegó la redentora
hora de las disculpas y besando su boca
aún a sal me sabía de sus labios la pulpa.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC