Llanto ebrio, lágrimas de claveles, de discoteca,
Siempre me pedía la misma canción.
Y yo como un leopardo en celos, le brindaba mi corazón.
Si pudiera verla amigo mío, es la hija de un diosa.
Cuyos gritos de rabia y melancolía,
Me hirieron como el llanto purísimo,
Como las náuseas y el rencor,
como el abandono y la voz de las mendigas.
De la muchacha que se embriaga por desamor
Lo triste es este llanto, amigos,
De las cantinas,
Que me entregará su corazón derretido,
sus manos de agua caliente,
¡Por la muchacha ebria, amigos míos!
La induje en mis versos.
A soñar su aroma.
¡La hice tan perfecta!
Tan perfecta,
Que al día siguiente,
Cuando fui a mirar, el verso,
Ya estaba muerto.
Copyright © 2010 - Ramiro Álvarez Cedeño.