Todo empezó con un beso
de esos que se dan a diario,
cuando pasamos rozando
nuestros cuerpos por la casa,
y se produce en ambos,
ese loco magnetismo,
que nos une con lascivia,
que logra nos olvidemos
de nuestra edad, nuestro aplomo,
consigue enajenarnos,
ignorar si es día o noche
y sentir, solos estamos,
en la vida, en el mundo.
Nuestro amor es tan rotundo,
tiene expresiones divinas,
entre ellas esos encuentros
que comienzan con tal beso,
dejándonos como saldo,
el sudor de nuestros cuerpos,
un brillo nuevo en los ojos,
fatigados nuestros sexos,
y una sensación sublime,
que nos deleita y embarga.
® Susana Valenzuela
17-03-10