Yo nací un día. Y el sol lloro.
Nueve meses y veintiún alambiques.
De las campanas no hubo repiques, y
dicen que el aroma del tilo se angustio.
Bajo la luna de otoño el verano se hizo fugitivo
También cuentan que por urgencia
Abrí un tajo de túnel luminoso.
Con peso, pelambre y atetada ausencia.
Cubierto en velos lloraba el sudor, y
a la mesa de la vida,
se sentó el ángel de la rebeldía, para pactar con la vida.
El amor capitula al sorberle un rocío a la
tarde para soplar al alba.
A los tumbos en el camino,
a la piadosa alma que respira le broto una caricia.
Creo que en cinco anales, me inicie como
labrador, en el cultivo de la discordia.
¡ Que bello decenio el primero ¡
Atado a las zapatillas y con mis pies de barro,
de un brinco salte a la fiesta cenagosa,
de la rebeldía adolescente.
Con temor a ser animal,
construí un pilar de sueños,
contra el tirano tiempo del desaire.
¡ Cuando por dentro ardieron las hormonas ¡
un guijarro se desprendió,
el mas libido de todos. Y del alga de
los pelos se desato el más risueño.
Del terremoto paso la sacudida,
al llegar el invierno, sin carta de aviso,
ni membresía se abrió el arca de DARIO, y
me sumergí dentro la juventud,
exhalando el aire del Divino Tesoro.
De apremio con la esperanza,
hice un convenio de mutuo acuerdo.
Al próximo decenio:
No le faltara el vuelo de astronauta ni la rebelión se rindiera.
Yo nací un día. Y me hice el hombre de 53 Argentinas.
Del llanto del parido, al presente, no hallo lejanía.
Mas bien, un siamés parecido, al que el viento le peino las hebras,
la humedad le trepano la piel y
las horas le alertaron los sentidos.
¡ Oh, tiempo sin retorno, del que no se vuelve por la revancha ¡
Aun persigo batallas bravías.
Se me caen los hombros, y ruedan por la cornisa
de mis dedos, de los pétalos vividos y deshojado.
Cuando miro al cielo, elevo una plegaria agnóstica,
y con mi rifle del primer decenio,
apunto a una estrella y le disparo una sonrisa.