Noches en vela, apenas sin descansar,
volviendo una y otra vez,
a aquel rincón de la habitación donde te encontraba
cada tarde, cada noche, cada amanecer.
Hablo contigo sin que estés,
temiendo que siempre sea la última vez,
preguntándome que será de mí,
qué será de mí después,
después de no tenerte más.
Pidiéndote perdón,
perdón por el ayer,
perdón por haberte querido tanto,
por continuar queriéndote sin un porqué.
Rodeado de recuerdos que se van,
para no volver,
para dormirse en mi pasado,
y en todo nuestro ayer.
Y ahora me toca de nuevo sonreír,
porque te vuelvo a tener,
porque veo que mi alma no se quebró del todo,
y porque los sueños se quedaron sólo vacíos,
en la lluvia de un atardecer,
cuando tu huida me dejó en silencio,
con el cual me arrastré,
hacia una soledad infinita,
de quererte en silencio hasta enloquecer.