Antonio Aviles Holanda

La ciudad se pliega en sus arrugas
como el cristal al chocar con la oscuridad.
El otoño inverna al lado del sol
en un acto bondoso.
El cielo estampado de estrellas
cae sobre el rostro
como las lágrimas hechizadas
por el forjado metal.
Esta mañana al caer los primeros rayos de sol.
Cayeron a mi vera unas lágrimas
con forma de cristal,
eran grandes y espesas
y en ellas se reflejaba
el adiós disfrazado de tristeza.
Cayeron a mi vera unas lágrimas
forjadas en el metal,
que al deslizarse por las mejillas
cortaban como un puñal
y al llegar a los labios
era como si la mar
hubiera navegado hasta mi portal.
Esta mañana al caer los primeros rayos de sol.
En este último adiós, mis ojos torturados
por el acopio de dolor
mueren en la ceniza del viento.
Se evaporan los sentimientos
como si fueran palabras huérfanas
y son enterradas en el recuerdo
de unas fotografiás alineadas por el amor.
En este último adiós, los sueños
anidan en el dolor
sobre las ramas del recuerdo,
muriendo en manos ajenas
como la sacudida de un rayo
forjando el llanto en amor.
Esta mañana al caer los primeros rayos de sol.
La ciudad se pliega en sus arrugas
como el cristal al chocar con la oscuridad.
El otoño inverna al lado del sol
en un acto bondoso.
El cielo estampado de estrellas
cae sobre el rostro
como las lágrimas hechizadas
por el forjado metal.