Para el tal pedro del e-mail de ayer.

Los poetas de la generación
De mi abuelo son más eficientes
Los modernos del año que viene
Escribirían pato o gavilán
En lugar de mujer o corazón
Rehúsan todos términos románticos
Se ha hecho habitual huir
El que no puede ajustar un verso
Dices que soy un antiguado, de que hablas señor
Acostumbrados a alegato e inconsecuencias.
Se acomodan al anonimato
O se dejan acoger por la aborrecible sombra de un nombre.
Yo me desentiendo de la petulante certeza
Conversan y se autodefinen, miran de soslayo, te palpan con su ponzoña
Hay personas. Ignoran que la poesía, más que la vida y sus circunstancias,
Más pretenciosa que la propia eternidad tiende a pasar inadvertida,
Insustituible.
La poesía sabe desembarazarse de esos desajustes,
De esos desastres de nuestra intimidad y del idioma, de aquello
Que solemos ocuparnos, los poetas de mi generación y yo, con una persistencia
Que termina corrompiéndonos.
Morir escribiendo, defecando poesía como si fuera luz, vivir de desengaños,
Del ansia de restaurarlo todo: las entrañas y el mar, los domingos y los inviernos,
Los cementerios y las mutilaciones, la voces y los ojos, restaurar las entregas
Y el adiós, morir acordonando los zapatos de Lucifer para poder esgrimir
El más humano de los cantos. Sin humillar.
Morir iluminado, aun sin el plato de comida y sin el sueño,
Masticando ofensas, blasfemándola, para que a fin de cuentas la luz no sea sombra,
Ni dios sin un sentido, ni silencio, proclamando a la ignorancia como la única y corrosiva garantía de verdadera sobre vivencia, la trascendente.
Morir saboteando, inventándole a la noche las luces de neón
Que otros no se atreven a reconocer intentando perpetuar entre razón.
A la costumbre, morir por aborrecerles, destornillándole los huesos, plastificándoles
Las vísceras que no entregan o que acomodan domésticamente en sus muebles
De bolsillo, morir reventando los cuños y los papeles, de pura explosión, de cándida desarmonía, con la fuerza y las implosiones de tanta luz estallando desde adentro.
Morir de intriga, execrado, calumniado, acusado de ser rufián de la palabra
Que devela y no perdona, de la palabra que reclama auditarnos el alma y el corazón, auditarnos el nivel de afecto, ese al que no le dedican
Sitios ni páginas Web, el inasible, el imprescindible afecto que jamás será golondrina
De los e-mail, el que jamás emigrará de un celular al otro, el que no podremos quemar en CDS, el que jamás podremos encerrar en Ipod.
Morir como el arpa que deciden abandonar el sótanos, y muere de soledad
Que se clausure, la resbaladiza lengua de mis enemigos, por el desmesurado apasionamiento que pudieran esgrimir al hablar de mis contados amigos,
Por la inapropiada o la impropia conveniencia de los amantes a la poesías lo que me aborrecen con la misma intensidad, que me inspiran los burócratas y los presidentes.
Es preferible suicidarse a continuar viviendo como un ser infeliz y oscura.
Copyright © 2009 Ramiro Álvarez C 12-27-09