El camina por sus montañas,
tan verdes
que relucen como esmeraldas,
al igual que las gemas que son sus ojos.
Allí encuentra la paz,
es la senda de sus ensueños.
En sus montañas va respirando el amor,
envolviéndose en su magia,
desearía el tener alas de águila,
para poder revolotear en lo alto,
perdiéndose en la niebla.
Remanso de paz y consuelo a su alma,
donde su espíritu flota y nace su poesía.
Caricia de los vientos de sus montañas,
cargada de esencias de azahares y pinos
que su pecho estremecen,
en sus ojos aflora la ternura
al admirar la grandeza que Dios puso antes sus ojos.