Para qué voy a hablar
si no está tu silencio,
para qué he de mirar,
si no está tu mirada.
En esta noche amarga,
yo, insomne, náufraga,
y tú tan lejano.
Necesito a mi lado
el cántaro de tu piel
y encontrarte en el aire vuelto brasa,
y reconocerte palmo a palmo
en esta invitación osada.
Vuelto una llama dulce,
vuelto silencio y regazo,
vuelto noche y reposo,
vuelto terremoto y calma.
Tu cuerpo como un árbol gritando,
con tanto poro abierto,
con tanta sangre
en oleajes dulces…
¡Cómo amaría perderme y encontrarte!
¿Un árbol trina entre los pájaros
para asombrar tu sueño?
¿O es mi sueño?.
Busco salir de ti,
y te llevo dentro
sin encontrarte.
Y yo,
que te conozco tanto…
¡Sube! ¡Nazcamos de nuevo!
Mírame, tejedor de sueños,
dejemos los dolores enterrados,
dame tu sangre y tus surcos,
juntemos los silencios de estos años.
hablemos y amarremos,
eslabón por eslabón
todo lo vivido en estos siglos estelares.
Dame tu sangre, tus venas,
tus mieles y tu boca,
vestido del color de mis deseos…
Y en una sola noche
con el gusto al lecho de la vida,
descansaremos, amor mío,
con eterno temblor de enamorados,
sin que nadie suspenda
el derecho a la tibieza…
¡Si es una historia apenas!
¡Ay, mi soñado dueño,
Déjame soñar tu sueño!