Carta de un templario

**Llevad esta carta,
rauda como las ánimas,
a sus dedos, a sus manos,
entregásela con el sello intacto;
Jurad! mensajero que lo haréis
o mi miserable vida perderé,
sabed que en ello tenéis
mi vida, mis huesos, mi piel.**
Alabado sea lo sagrado
pues con fuerza a logrado
que tus ojos lean estas líneas
que tus manos rocen mi escritura.
Aunque fuera en busca de gloria
jamás allé más desgracia,
he perdido mi fe de templario
y mi puño ha perdido su letra;
mis pasos perdieron los tuyos,
mi vista tus orgullos,
mi tacto tu cintura,
tu cabello, tu hermosura.
Entre joyas y fulanas,
jamás hallaré tu fragancia,
ya sean hebreas o musulmanas,
niñas o ancianas,
tu dulzor aun me atormenta.
Poseo un templo hermoso,
una armadura de reyes,
más oro del que quisiera,
inmensos harenes de placeres,
terrenos realmente bellos,
reses por cientos,
poder, el que yo quiero.
Me aclaman el afortunado,
el puño del señor,
castigo de infieles,
el juicio de Dios.
En silencio me juzgo,
rezo e imploro perdón
por todo lo que hago,
no creo un mundo mejor;
y mi desgracia más grande
fue alejarme de vos.
Maldita sea la mañana
que crucé a caballo las puertas
de una ciudad bendecida
y ahora para mi maldita.
Tanto poder y tan poca suerte,
sueño con volar hacia tu edén,
alejarme de esta derrota
acampar a la vera de tu piel.
Volverme a levantar cada mañana,
con tu mirada de gata enjaulada,
silenciosa y sonriente
astuta e inclemente;
Llevarme tus dedos a mi boca
besarlos sin contar las veces que se chocan,
juntar las cabezas en silencio,
escaparme de puntillas sin reflejo.
Ser invisible al tiempo,
respirar de tu cabello,
rozar tu espalda con mis dedos,
jugar al busco y no encuentro;
sentirnos paganos
en la cama y en los prados.
Perdóname si me fui,
pero sólo quería mi sueño cumplido,
habiéndose perdido en el tiempo
te envío esta súplica
marcada con mi sangre,
plegada con mis lágrimas,
besada por mis labios,
bendecida por mi esencia maldita.
Suenan las trompetas del infiel
para un papa enloquecido,
jamás a habido más muertes
que en el siglo que vivo.
Evitaré unas cuantas
rodeado de veinte valientes
escudamos a miles de jóvenes,
que esquivarán su muerte.
Acepta la rosa que es presente,
echa con las piedras del camino,
desde valencia a oriente
que me recordaban las pozas
por las que me mirabas dulcemente.
Mi espada yace enjoyada
lista de ser empuñada,
enviaré a cien al averno
mientras recito estos versos,
maldigo a su santidad y su causa,
de vencedor a vencido,
de soñador a dormido,
de mecenas a culebra,
de tu vida, a la miseria.
**Señora, en su honor,
en el de los ausentes,
le entregamos este presente.
Fruto de esmeraldas
analcima, venturinas,
peridotos, jade,
y con especial mimo
dos ambligonitas;
tan ciertas fueron sus palabras,
cual gemelos de sus manos
de sus ojos y su tinta.**