¡Oh amor!,
eres un sueño que te irisa,
tienes la trémula sonrisa de la brisa, la ardiente lágrima del fuego, la canción de la ternura y del consuelo.
Tú llamaste a mi alma, que de honda pena padecía,
abriste su puerta a la esperanza, sembraste un jardín de flores, cargado por los destellos de unos ojos, que me regalan el cielo que no he visto;
y , los aureos cascabeles de una risa, que a veces parecen que acarician, y otra que desnudan, llenaron mi corazón hundido de luz, amor y alegria;
y su aliento bendito,
sin saberlo, a mi alma ha dejado, una ventana abierta al infinito.