La hermosa vejez.

Sobre su rostro el paso de los años merecidos
y en sus manos la vertiente de un río caudaloso
en el atardecer de otoño las marcas del olvido
que vuelven sin cansancio al verde de sus ojos.
Y el verso a flor de piel de rosales cubierto
sobre el verde transitar de las mieles del destino
que a cada pensamiento parece haber descubierto
con el soplo de la vida abrazado a su destino.
Verde era su mundo allá donde la noche esconde
el halo intransigente de estrellas mal dormidas
y hoy a la distancia ya nadie le responde
en la cuasi plenitud de algún adiós en su vida.