Percepción mía que no altera la realidad

Las personas se suceden unas a otras.

En un monótono desfile de antifaces

van pasando: el bufón, el triste,

el mojigato, la ramera, el descente

y un sin fin de máscaras presentes.

No eres tú precisamente,

eres uno más de los que desfilan en mi mente.

Un ente involuntario, que le ha tocado

el personaje discordante, el

disociado de la gente

El que siempre se hace el inocente,

que a todos culpa de su pasado,

que a la cobardía llama paciente,

y al optimismo se opone prestado.

No eres más que un fantasma involuntario,

un participante del imaginario colectivo,

un gemido en la madrugada,

el terror al olvido.

Eres música estridente,

el divino castigo.

No eres nada, y, al mismo tiempo,

eres el horizonte enmohecido

de alguien que quiso ser algo,

alguna vez, pero se perdió en el abismo.

Un actor fracasado

en el Teatro del Absurdo,

cuya trama en escena,

a fin de ser distinta,

a lo mismo se condena.