En un rincón escondido
del jardín de mi fantasía,
conservo vivos los sueños
que en mi niñez concebía;
donde no pueda alcanzarlos
la grotesca realidad,
ni pueda contaminarlos
el virus de la verdad.
Bajo cielos sempre azules,
en un país encantado,
con sus bosques de pirules;
con un volcán apagado,
con su pico coronado
de una alfombra de abedules.
Ahí no transcurre el tiempo
y, desde entonces, no ha cambiado
de mi mente la inocencia
y de mi fantasía la esencia,
en mi paraíso privado.
Ahí han permanecido
mi esperanza, mi armonía,
la luz radiante del día
y la noche serena y mía,
sin reproches y sin llanto,
sin la angustiosa agonía
que, años después, vendría
con su amargo desencanto.
Ahí permanece oculto,
ignorado, inaccesible,
como fantasma invisible
el rostro que he amado tanto.
En un rincón escondido
del jardín de mi fantasía,
conservo, intacto, el recuerdo
de mi perdida alegría;
conservo aún la esperanza
de realizar, algún día,
esos sueños no olvidados
que en mi niñez concebía.-
Eduardo Ritter Bonilla.