No pediré a la vida más de lo que pueda

No pediré a la vida más de lo que pueda darme. Contigo, amor, tan solo quiero compartir todos mis deseos;
Esos que nacen de la paz que cala hondo en nuestras almas,
los que miran con la claridad de una nueva ilusión que la vida pone en tus ojos cada día para contemplar soles vestidos de rojo,
lunas como Damas de noche, que van dejando su esencia en el aire, en tus manos que siempre encuentran estrellas en las soledades que nos llegan.
También te ofrezco, aquellos que habitan los silencios y los que suben a escuchar el canto de las aves o se quedan a jugar en patios con niños de risas empapadas y campos que corren desde el mar al horizonte, donde se hacen grandes las distancias.
Y junto a estos deseos, que forman parte de la vida, que se nos ha dado:
Un vaso de ese vino que sabemos, un baile cogiditos entre un beso de amor que nos brindamos,
los rincones de ese mar que nos acoge siempre con transparencias y encajes de espumas blancas, aquellos libros que releemos y nos contamos con miradas nuevas y una salud que trataremos de mantener sin grandes sobresaltos, para que siga dándonos las fuerzas justas para amarnos.
Teniendo todas estas cosas, tan solo quiero pedir tiempo para vivirlas; sin dinero, sin poderes, sin favores que prodiguen la alegría que, en mi caso, solo nace con pensarte;
desde la paz del alma que nos llena, desde el amor callado que encierran estos versos, a los que los días, como a nosotros, irán haciendo poco a poco más viejos.
Entonces, esperaré el regalo de un nuevo amanecer tras la ventana, mientras tus manos, gastadas de caricias que prodigas, se dormirán como tórtolas sobre mis ojos, cansados ya de esperar, para volver a mirarte de nuevo.