Abriendo la puerta rumbo a mi rutina
escuche un canto agónico, corto y aterido
entre el follaje inverso de rosas y espinas
se asomó temblando un pajarillo herido.
Sucio el amarillo de su vientre breve
con corbata negra y corona de blanco
las alas dormidas levantarlo no pueden
y avanza de a poco, en pasos y zancos.
Señalo la abuela que es pichón de esquivos
bellísimos pájaros que el parque frecuentan
buscando alimentos, son tímidos o furtivos
y nunca mas de un par de ellos se cuentan
Mas frente al pedido del hijo extraviado
aluvión de gorjeos y vuelos llegaron
poblando el cielo de amarillo alado
y con maternal amor, prestos lo abrigaron
Unidos lo protegieron y su pico colmaron
hasta que el pajarillo recobró su vuelo
y junto a mil madres, todos se marcharon
al nido escondido, con trinos al cielo.
Solo en ocasiones veo alguno libando
en las corolas dulces del parque florido
y su lección de vida queda palpitando
cuando recordamos al pajarillo herido.
Mas en la gran ciudad, no existen las manos
para miles de niños, que hambrientos derivan
entre los robot de carne, llamados humanos
que no ven, no escuchan, solo los esquivan.