Lobrégo porvenir

¿Quién me atiza las brasas del ansia,

me azuza la jauría del desconsuelo?.

¿Qué quiere sino es mi sufrimiento,

el continuo y perpetuo embate

de la mano invisible de los hados,

recorriendo la sangre

y la médula y los huesos?

Cuanto más los enfrento,

más alto oigo sus pérfidos rugidos

acallar de mi alma el triste lamento,

mi alma en pena, dentro del cuerpo.

Este dolor que me clavan a la espalda,

como una sombra  macabra de mi féretro,

haciendo crecer sobre mis pies,

raíces de malvas del suelo,

mientras me da cobijo un ciprés

Y por mí lloran sauces,

porque que yo ya no puedo.

Este porvenir de final lóbrego,

que me niega la vida

antes de estar muerto.

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