Nací en el agua, como todos. Aun puedo ver los destellos de un agua verde dónde me formé antes de olvidar. Antes de los cinco ya no recordaba nada. Pero somos agua principalmente: gotas azules que se mueven al ritmo ciego de los deseos. Charcos que se extienden hasta el infinito, más allá de los abismos dónde nunca llega la luz. Agua que fluye por encima de la forma que nos sujeta y se expande sin contención, porque somos agua. Nos movemos con el flujo de las mareas, al ritmo de las fases de la luna tan simple como eso … llevamos el mar incorporado en nuestro código genético: su fuerza y su inconsistencia, su levedad, sus crueles embates. Como el mar, borramos las huellas de nuestros crímenes, siempre de camino hacia el olvido. Somos la gota en el manantial, persistente, deformando la roca destilando los residuos que forman nuestro paisaje. Estalactitas como dagas, hijas del agua que nos configura. Ningún dique puede contenernos, está en nuestra naturaleza sobrepasarlos, romper los muros de contención, Las murallas fueron hechas para sujetar las rocas Pero nosotros somos, casi por entero, agua, y su belleza estallando forma parte de lo que somos