Soneto inconcluso.

Digamos que ese día los jardines,
sosegaban las siestas ardorosas,
con recuerdos de manos industriosas,
rebosantes de amor por sus trajines.
Digamos que era un gusto ver las crines,
de bestias en carreras fragorosas,
lomo al viento, salvaje, victorioso,
y la tierra sin losas, ni adoquines.
Digamos que eran sueño y fantasía,
unidos solamente en raudo vuelo,
pasajero, fugaz y sin revés.
Eso fue un roce, sólo una utopía,
que se ocultó detrás de un tenue velo,
ése es el amor que soñé una vez.