Yo camino por la vida
sin moverme de mi sitio:
no soy yo quien se desplaza,
siempre me encuentro "en mí mismo".
El mundo "gira" en mi entorno
y los lugares se trasladan
"viniendo a mí" en sucesión,
pues yo no tengo noción
de lugares ni distancias
dentro de mi situación.
Para mi, "lejos" es "tiempo"
que dilato en trasladarme
del lugar que ahora ocupo
al que "ha de venir" después.
No conozco los colores,
yo me guío por los olores,
las texturas, los sonidos;
tengo mis CUATRO sentidos
más alerta que ninguno,
para poder conocer.
Yo no gozo de la vista,
ni siquiera entiendo el "negro",
para mi el día ó la noche
son sólo cuestión de tiempo,
de calor ó gelidez,
de actividad ó quietud;
de sueño, paz y silencio
ó de activo movimiento
en una eterna lobreguez
que no cesa ni un momento.
Los que sí tienen "ventanas"
abiertas de par en par
a la luz y al escenario
nos llaman "los invidentes"
y los sentimos a diario
moviéndose en derredor.
Me han dicho que son "normales"
y forman la mayoría
y que ellos sí "ven" las cosas
sin tenerlas que tocar.
Que perciben a distancia
lo que hay más allá de todo,
lo que nosotros tenemos
que esperar hasta "llegar"
para poder conocerlo
en su preciso lugar.
Que no requieren "palpar"
para conocer las cosas
y que éstas son más hermosas
si se las puede "mirar".
Mas yo conozco otro mundo
que no logran entender
quienes cuentan con la vista:
percibo las intenciones,
las ideas, las emociones,
por el tono de la voz.
Conozco los pensamientos
y también los sentimientos,
la maldad y la virtud,
a través de su actitud.
Percibo la hipocresía,
el dolo, la falsedad
y la verdad, la justicia,
el afecto y la lealtad.
Donde los "videntes" fallan
yo "veo" con más claridad,
pues "miro" en los corazones
a través de la intuición
y "adivino" las razones
de cada dicho y acción.
Ante la cruda carencia
de la vista en mis sentidos,
conozco más que la ciencia
de los humanos motivos.
En justa compensación,
Dios me ha abierto otras ventanas
más amplias que el horizonte
del resto de los humanos:
puedo "ver" a mis hermanos
desde los ojos del alma,
tal como realmente son.-
Eduardo Ritter Bonilla.