Mil fragmentos en granate volar ví yo,
Mil trozos que se esparcían por mi triste habitación,
Tomé uno en mi mano, y de nuevo...
Resbaló...
Y en otros mil pedazos ese trozo se rompió,
Y duele, fuerte punzada en mi interior.
Y llorando sangre pura mire mi pecho con temor.
Me sentía tan ligera, tan liviana...
Como si todos los sentimientos,
En un momento, de mi volaran.
Y hallé en mi pecho con temor un gran vacío:
Donde mi corazón habría de estar,
Solo había negrura y frío.
Mire cada uno de los fragmentos, añicos,
Me tiré al suelo en un suspiro sin sentido,
No sentía nada, pero lo había comprendido.
Enloqueció lo poco de mí que quedaba,
La cordura era una palabra que había
Quedado en tiempo olvidada.
Me arrastré por el suelo recogiendo cada trozo,
Cada pequeño fragmento que de mí había caido,
Y en un mes entero por fín de nuevo lo hube unido.
Coloqué mi corazón en el abismal vacío,
Torrente de sensaciones que en mi nació,
Entre ellas, la más sentida,
Un terrible y amargo dolor.
En mi muerto pecho abierto el corazón miré yo,
Y comprobé desesperadaque un trozo se perdió.
Era central, el más grande,
Hube perdido su gran amor...
Brillaron alegres mis ojos cuando en un rincón halló,
El trozo más recondito de mi triste corazón,
Y alargue mi mano a él, cuando el viento lo llevó...
Mis ilusiones mas queridas, en un suspiro,
Por la ventana voló...
Y corrí enloquecida en llanto devastador.
Miré abajo, miré a un lado, mas nada encontré yo,
Alcé mi mirada arriba, y en la luna mis ojos lo encontró.
Alzó mi corazón su brazo al cielo, y no lo alcanzó.
¡No llego! ¡no llego a mi corazón!
- Gritó mi alma acunada por la sinrazón -
¡Ven, vuelve conmigo, por favor!
- Sollozó mi pobre alma sin encontrar solución -
El corazón siguió apoyado,
En el regazo del calor,
Que brindó nocturna luna,
De la noche en su esplendor.
Pobre mujer, sin solución alguna,
En un alto roble se sentó.
Mismo vacío en su pecho,
Pues su corazón de nuevo arrancó.
Si él no habría de amarla...
"¿Por qué he de vivir yo?"
Sentada en el roble a sí misma preguntó.
Y abrazada a su locura,
Por siempre permaneció,
Dicen que todavía dura,
Que mirando triste a luna,
Su corazón siempre acunó.
Y que maldijo mil torturas,
A aquel que la abandonó.