Tengo mil lágrimas de desesperación,
producto del desconsuelo eterno,
de las noches de interminable desolación,
y de las lesiones de tan ardiente infierno.
Mi cuerpo ya no responde a los movimientos,
y mis manos no saben lo que es el tacto,
mi nariz ya no percibe el aroma del viento,
y mis labios ya no reciben ningún contacto.
Ya mi corazón no sabe lo que es latir,
y mis ojos no observan belleza alguna,
mi alma desconoce lo que significa sentir,
y mis pensamientos están siempre en la Luna.
No comprendo el por qué de tanto dolor,
ni por qué no le encuentro sentido a nada,
no entiendo por qué no poseo el amor,
de una mujer que desee vivir amada.
Sólo tengo que esperar a que llegue el día,
en que Dios me envíe a la mujer indicada,
esperar a que Dios sane mi triste agonía,
enviándome a alguien que no le tema a ser amada.
Por: Efraín Trinidad Rodríguez
“PoetaDeDios”© Morovis, P.R.
12-julio-2004.