En aquel instante todo cambio

Pensé que me moriría en aquel instante. Pensé que los pájaros ya no cantarían, que la gente ya no caminaría por la calle, que el aire ya no entraría a mis pulmones. Pensé que el mundo se había parado en aquel mismo instante.
El sol te pegaba en la parte de atrás de la cabeza. Y yo allí parado, con mi vida huyendo de mí como agua de un mar que viene y va.
Y me quedé allí, parado, mirando tus ojos con terror a que me dejaras, con terror a que la vida se me fuera arrancada de repente.
Y vos. No lo podía creer de vos. Imponiéndome un olvido sin explicación alguna. Imponiendo impedimentos para ya no tener que hablarme, o mirarme, o sentirme.
¿Qué hacías allí parada?. Ni vos entendías lo que estabas haciendo. Ni yo entendía lo que me estabas diciendo ¿Olvidarlo todo?.
En ese mismo instante pensé en matarte. Golpearte, hasta hacerte despertar.
Loca te creí. Pero no pude articular una palabra, ni un sonido de súplica. Sólo mis ojos hablaban, al llenarse de lágrimas por la forma en que me mirabas.
Lágrimas. Lágrimas que ruedan por mi rostro. Lágrimas silenciosas, que gritan del dolor que me provoca tu actitud.
Pero me olvidé que los mujeres le tienen terror a las lágrimas. Y te fuiste, dejándome solo con mis lágrimas que seguían manchándome el rostro, pero que a la vez caían al suelo como lluvia de verano.
Corrí atrás tuyo, y te di vuelta de repente. Volvimos a mirarnos a los ojos, nuestros ojos volvieron a fundirse. Tus ojos también estaban manchados de lágrimas . Pero seguías imponiéndome el olvido. No le hiciste caso a tus lágrimas, ni a las mías, ni a las del mundo entero. Sólo seguías con tu dura realidad, el olvido para siempre el uno del otro.
Te dejé ir, como se deja ir a un avesilla encerrado por mucho tiempo en su jaulita.
Y volaste, pero volaste triste, imponiéndome un olvido al que siquiera vos le encontraste razón.
Pensé que el mundo se acabaría en aquel mismo instante. En aquel mismo instante en el que la vida se me fue arrancada de repente. En aquel mismo instante en el que me dejaste solo transitando por el camino de la vida.
En aquel mismo instante los pájaros no dejaron de cantar, la gente no dejó de caminar por la calle, ni el aire dejó de entrar en mis pulmones. Pero para mí todo terminó el día en que te fuiste, y el día en que tu adiós se disolvió en mi sangre, y brota de mí en forma de lágrimas rebeldes que me ahogan también por dentro.