A cada golpe del cincel
me voy rompiendo en pedazos,
un defecto en cada vez,
conforme llegan los plazos
para desatar los lazos
que me ligan al ayer.
A cada golpe de marro
se desprende un nuevo trozo
de mis pasadas miserias
y voy saliendo del pozo
de la pérfida materia;
voy recuperando el gozo
y la esperanza, con él.
A cada golpe del tiempo
y las lecciones de la vida,
mi pobre alma, afligida,
adquiere más conocimiento
y aumenta mi entendimiento;
se abre la luz, desde adentro,
y la esperanza perdida
reverdece en el encuentro
de la ruta esclarecida.
A cada golpe del cincel,
la costra se pulveriza
y queda libre la sonrisa
de una conciencia tranquila;
me voy sumando a la fila
registrada en el papel:
mi nombre vuelve a la lista,
mi espíritu sigue fiel.-
Eduardo Ritter Bonilla.
9 de Enero del 2006.