Caminaré jubiloso
por el sendero de espinas
sin que a mis plantas desnudas
les cauce ninguna herida,
por Amor a mi Señor.
No habrá queja o desconsuelo
en mis noches de vigilia;
será como alfombra el suelo
y no sentiré la fatiga,
al servicio de mi Señor.
Ya no habrá jamás vacío
en el fondo de mi pecho,
no me quejaré del frío
o de lo duro de mi lecho,
cobijado en mi Señor.
No habrá temor en mis pasos,
ni dudas, ni distracciones,
ni lugar para pasiones
estériles, ni fracasos,
en la senda del Señor.
Todo es serena alegría,
fortaleza, paz, consuelo;
la noche se vuelve día
y el mundo parece un cielo
en el servicio del Señor.-
Eduardo Ritter Bonilla.