Ingravidez

Ingravidez
Se estrellaron contra ventana y puerta
nosecientos cometas. No los he contado.
-Y no me importa-
Estoy hipnotizado:
cayendo en lo profundo de tus ojos,
ahogándome en tus entrecortados sollozos.
El dorso de mis falanges acaricia tu rostro,
y Tú, dejas caer el telón, caer tus párpados:
lentamente glorioso, cual senil, lánguido astro.
Y dejas suavemente mi mano atrapado
entre tu hombro y tu mejilla completa,
al inclinar tu cabeza a la derecha.
Mi boca. Absolutamente... cerrada.
y yo, te miro, te sueño. Te sano, te enveneno;
te ausculto el corazón con la mirada,
mientras lentamente, sereno,
desciendo como lava candente
al pueblo que arderá eternamente.
Y todas las estrellas, del cielo y del deseo,
se han juntado esta noche tras la ventana,
para tomar parte del gran chismoseo
antes que las sorprenda la mañana.
-Y no me importa otra vez-
Quisiera saber lo que está pasando.
Y no puedo. Tiemblan mis pies.
Un agujero negro, desorbitado,
se encaprichó en anidar mi garganta.
Absorvió mi ABC, mis palabras:
me quedé con la boca entreabierta;
tal si fuera producto de abracadabra.
Se hizo muy tarde, casi amanecer;
y las estrellas, sin saber que hacer,
rompieron el silencio, gruñieron;
pifiaron tan fuerte, insultaron.
Le dieron al tiempo una paliza,
y éste no tuvo más, que huír de prisa.
Y nos perdemos en la inmensidad
de una encarcelada eternidad
entre estas cuatro paredes
y una ventana llena de pálidos seres.
...
No más besos, ni caricias, en silencio, nos miramos, agitados, nos miramos... distorsión
Y no sabemos que hacer
con el universo en las manos.
Un sueño. Sí. Eso debe ser;
si en un momento ya no somos humanos.
El cielo se va mudando a tu habitación:
Los ángeles pasean despreocupados,
las sombras alargan en cualquier dirección
y la malicia desterrada de todos lados.
...
y en un segundo inesperado parece levantarse la barrera de amordazadora frontera. -Pero no!-
Más nosotros,
más respiros,
más temblores,
más ruído.
.
.
.
Ingravidez
.
.
.
Y me gritas al oído tan, tan despacio,
apretando tan, tan fuerte los incisivos,
-como tierno susurro enloquecido-
que no mojemos más de aliento el espacio.
Pero tus labios no saben lo que murmuran,
ni mi oído puede decodificar el mensaje.
Mientras las estrellas tras ventana deliran
al oír que desde un meollo del espeso ramaje
el silbido del gorrión alegre, indolente,
significa la estocada certera y mortal
que asesinará una vez más indiferente
a la noche, que en cielo azul-gris y fatal,
agonizaba ya sin sus descarriadas doncellas,
quienes echaban en la memoria las últimas miradas,
mientras los ángeles borraban de estadía las huellas
y las sombras volvían a sus rincones, apresuradas.