La brisa mece a una rosa fragante,
luego el silbido del viento aparece,
en un murmullo del río se siente
ese suspiro que exhala su boca.
Ella es la brisa que envuelve mi vida,
sonrisa leve que entreabren sus labios,
quiero mirar el albor de su esencia,
en su fulgor contemplar la pureza.
Las azucenas de blanco perfuman,
todo va y viene lo arrastran los vientos,
perla del cáliz de flor se derrama,
en una gota resurge su brillo,
vierte su luz más hermosa en el alba.
Al esplendor venturoso del sol,
rastros fulgentes alcanzan la tarde,
la rosa altiva se vuelve violeta,
y en suave seda convierte su alma.
Lupercio de Providencia