Ya se fueron los pastores,
le llevaron al nacido
tambores y panderetas.
La Virgen besa a su Niño
y presiente sus martirios:
"Duerme, hijo querido,
le canta dulces canciones
al instante quedó dormido".
Un pesebre fue su cuna,
no buscó grandes honores.
Su misión, amar al mundo,
para eso había venido.
Fue traicionado y negado,
y entregado con un beso.
Su mal, ayudar a los humildes,
por esa razón lo tenían que excluir.
Quiso defenderlos de las injusticias
y acabó siendo un incomprendido.
Siendo sus palabras rectas lo juzgaron
así lavaron sus manos de las infamias.
Por la ceguera de un pueblo injusto,
lo crucificaron dejándolo entre dos ladrones,
y siguió todavía perdonándolos.