Sin Rumbo

No sabes qué pensar,
no aciertas adónde ir,
todo gira en tu interior;
tienes el alma revuelta
y tus pasos flotan sin rumbo.
Las calles son una liga
elástica, interminable,
en la que pisas y pisas
sin avanzar en la tarde;
caminas a la deriva,
sin ir a ninguna parte.
Nerviosa, aferras el bolso
mientras respiras de prisa,
procurando no llorar;
de pronto, quedas "clavada"
en una banca del parque.
Ha comenzado a llover
pero no tiene importancia,
la tormenta es interior:
mezcla de angustia y de ansia,
de decepción y dolor,
de rabia y desesperanza.
La vista fija en el aire,
perdida ya la mirada,
comienzas a recordar
cómo fue que comenzó
ese sueño seductor,
tu "paraíso de amor"
idílico, incomparable,
que ahora se convirtió
en amarga pesadilla
sin salida, intolerable.
Él era ese "chico ideal",
tan varonil, adorable,
que te ofreciera su amor
y te robó el corazón
de una forma irremediable.
¡Todo comenzó tan bien!
Educado, fino, amable,
convenció hasta a tu papá
y pronto se hizo indispensable
en el reino de tu ilusión,
con una dicha inefable.
Al paso de las semanas
y de una intensa pasión,
llegaste a necesitar
de su presencia, encantada,
con desesperación;
se te prendió en tu interior
como un tatuaje en el alma
y fueron sus besos licor,
mezcla de fresa y naranja;
¡tu alimento era su amor
y sus brazos tu morada!
Pero un mal día, él cambió,
puso entre los dos distancia
y su ternura y su calor
se volvieron arrogancia.
Su conducta te insinuó
principios de aburrimiento
y tu corazón se asustó:
comenzó en ti ese tormento
de perderlo, y tu temor
le indicó que ya era tiempo:
pidió una "prueba de amor"
y tu cediste al momento.
¡Era tan dulce su voz!
Había fuego en su mirada
y se deshizo en promesas
(la letanía almibarada,
telaraña del amor
de un experto seductor,
como mágica cascada).
Fue un domingo por la tarde,
en el cuarto de un motel,
escenario de oropel
para un cínico cobarde.
Después, un largo silencio
y una ausencia inexplicable,
una inútil excursión
por los viejos sitios de antes
y tu desesperación
y al final, la confusión:
ni visitas, ni un mensaje;
hasta el encuentro casual
en un centro comercial
pero en otra compañía.
Tu sorpresa y su ironía;
su expresión tan dura y fría
y tu desconcierto total.
Ahora estás embarazada
y ya en la universidad;
comienzas la facultad
(primer año, Biología)
diecinueve, ¡quién diría!
que de tan joven edad
estás ya desesperada,
pensando en cómo llegar
con la noticia a tu hogar.
Piensas que vas a matar
de vergüenza y de dolor
a los padres que te han dado
la vida y todo su amor.
Se fue ya la luz del día
sin que te hayas dado cuenta
y la voz de un policía
te saca de tu sopor.
Bajo la luz de un farol
reflejada en la banqueta,
te alejas a paso lento;
sientes el abatimiento
como plomos en las piernas,
a tus mejillas, tan tiernas,
las humedece el dolor.-