Veladas fraternas

"VELADAS FRATERNAS"
Si hay una cosa que me encandila
cuando en las noches bebo tequila
con mis amigos de Religión,
es platicarles lo que se asila
-por más que a veces ya se destila-
muy en el fondo del corazón.
Sin falsas poses les comunico
-más me valiera cerrar el pico-
con excesiva sinceridad,
mis amoríos paso por paso
con una bella doncella. Acaso
esto para ellos ni es novedad.
No es que me sienta desesperado
ni abominable ni abominado,
ni lo hago sólo por diversión.
Más bien sucede que, deprimido,
trago a traguito lo cohibido
desaparece de mi cantón.
Ellos me aprecian y soy querido,
muy aceptado, bien acogido,
lo que me causa satisfacción;
y cuando estamos ya bien contentos
puedo expresarles mis sentimientos
ya sin ambages y a discreción.
Después de cuatro o cinco tequilas,
solita llega la inspiración
y aunque parezca que ya nada hilas
y entre sollozos rías, ventilas
y deshollines tu corazón,
rápidamente y sin titubeos
les hablo luego de mis deseos
y abiertamente puedo llorar.
Ellos sonríen y me hacen caso.
Algo mareados alzan su vaso
y los chocamos para brindar.
Son comprensivos. Me ven turbado,
más fascinado que enamorado
de esa muñeca. Mi pena es tal,
que otro tequila me bebo luego
y como dicen que amor es ciego,
por ella pierdo la vertical.
La muñequita por la que lloro
y tras la que ando como un tesoro
y hoy constituye mi tentación,
es tan graciosa y es tan coqueta
que por su culpa ya soy poeta
como si fuera mi obligación.
Un mundo nuevo lleno de encanto
voy descubriendo con mi quebranto
muy a mi gusto y satisfacción.
Su voz es dulce y hacia otros mares
llevo mi barco con mis pesares
cual Magallanes o cual Colón.
Tiene la gracia de una princesa
y si la tomas tú de sorpresa
cuando la pasas a saludar,
pega tal grito la sorprendida
que pareciera perder la vida,
cual si la fueran a fusilar.
En sus ojuelos hay picardía;
tienen sus labios como sandía,
como granada, rojo el color.
Cuando la miras continuamente
te lo reprocha tan dulcemente
como si oyeras a un ruiseñor.
Otro tequila satisfactorio
por la princesa que exhala amor,
se hace presente y obligatorio.
Nuestra velada ya es un jolgorio
de camaradas en su esplendor.
¡Vamos, brindemos, hermanos míos,
mientras relato mis amoríos!
Choquen sus vasos sin compasión.
¡Salud, amigos! Larras, Ortega,
porque esta noche mi alma se juega
por esa ingrata vida y razón.
Si como loco de pronto grito,
o si me quedo como un bendito
que ya no para de sollozar,
dejen que llore por un ratiro
y es que...de veras...lo necesito.
Tal vez el llanto pueda curar...
Yo no quisiera que oyeran esto;
pero es que a veces es tan funesto
enamorarse de una utopía,
que pareciera que tus sentidos
permanecieran adormecidos,
enardecidos, entretenidos
en otro mundo de fantasía.
Esa chiquilla tan tierna y bella
es tan lejana como una estrella
y azucarada como la miel.
¡Ah, si pudieran tocar su cara
también a ustedes los cautivara
con la ternura que hay en su piel!
Es tan sencilla cual complicada.
Como la luna tiene sus fases.
Ayer contenta y hoy enojada,
de mis regalos no quiere nada;
pero en seguida hacemos las paces.
Dejen que llore, ¡qué importa cómo!
si como un niño o como un palomo
que a su paloma no ha de encontrar,
Dejen que llore, ¡qué importa cuánto!
y que las lágrimas de mi llanto
lleguen a mi alma a tranquilizar.
Pues si es que hay algo que me encandila
cuando en las noches bebo tequila
con mis hermanos de Religión,
es platicarles lo que se asila
más que en mi rostro o en mi pupila,
muy en el fondo del corazón.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC (Derechos reservados)