Paravachasca y su tarde
se ajustan a sí mismos,
obsequiándose presencias
en mutua complacencia.
Y yo descanso en ellas.
Así, dilatando horas,
la nueva despedida
hizo una pausa en la tarde
para ignorar la noche.
Y dejar tiempo a mi ensueño.
Mas el péndulo da espacios
para que lleguen las sombras
a cubrir Paravachasca
en indecible romance.
Ya soy luz en mis noches.
La vigilia orbital partirá siempre
al llegar el día, amante eterno,
dueño innato de la vida
resumida en bosques.
Allí viviré, tal vez, algún día
mis tardes, mis días y mis noches
para que mueran en mis manos.
así, lentamente.
Dueño eres de tus días y tus noches y todavía mucho más de tus sueños y despertarés así se va pasando la vida sin darnos cuenta de ella. Un cálido saludo