Miguel Ángel El Grande

I
Yo se que no me basta este soneto,
para expresarte mi gran admiración,
así que, espero pues tu comprensión,
pues limitado tengo este cuarteto.
No espero gloria nunca en este verso,
tampoco hacerme grande es mi ambición,
tan solo tengo en él, por intención,
decir que eres mi luz, y mi universo.
Quizás no se refleja en mi mirada,
acaso porque soy un poco huraño,
tal vez porque me porto un tanto extraño.
Pero dejando atrás mi juramento,
te tengo que decir, con sentimiento,
que yo te admiro todo como a nada.
II
Ni el mismo Napoleón, en su realeza,
iguala tus hazañas y victorias,
y aunque ignorado estés, para la historia,
es de oro tu virtud y tu grandeza.
Magnánima resulta tu fiereza,
ante la adversidad y el desafío,
e indestructible eres padre mío,
porque de acero tienes la entereza.
Acaso con ingenua indiferencia,
ignoras en tu inmenso corazón,
lo grande de tu insólita creación.
Y déjame decir, con insistencia,
que solo con haberme dado el ser,
eterno e inmortal te has de volver.
III
Admiro tu virtud y tu paciencia,
también tu perspicaz sabiduría,
aquella que te ha dado la experiencia,
haciéndose más grande cada día. Admiro la quietud de tu vehemencia,
vehemencia que cualquiera envidiaría,
aquella que se impulsa con bravía,
y que también se impulsa con conciencia.
Así la plata pues, de tus cabellos,
el tiempo sin cesar las ha moldeado,
y brillan, de experiencia, sus destellos.
Así que no te admires padre mío,
que en medio de mi ciego desvarío,
tu seas lo que más habré admirado. a Mi Padre
3 de Abril del 2006