El hombre de los ojos tibios
miro por ultimo aliento el ocaso amarillo violáceo
que se desprendía
frente al tremolar inusitado de sus pupilas café,
en un vano intento por recordar aquella sonrisa
que no pudo ser mas que el sostén del recuerdo
y la pasajera agonía de los días arrostrando
el vértigo,
la razón.
todo lo que el bolsillo no puede guardar.
su boca sedienta de mares de ternura
besaba el salitre del aire
y la melancolía ambulante.
sostenía su cigarro
entre las sombras putrefactas de sus labios
y masticaba el silencio con un ritmo de maquina de escribir,
a paso lento,
a pulso lento..
a tempestad de vibraciones,
murmullos rotos de arrabal
y pestañas de miedos,
así saltaba la tapia del adiós,
en el baldío pedregoso,
fango después
y todo el trajinar por barrios de tres luces quemadas.
cabeza que sangra en un vomito de sinrazón,
pánico,
clonazepan
y el cieguito del titular adormecido en el frío adoquín,
tiritando,
hiposulfuroso,
entre arcadas de martes trece,
entre escalones de escaleras semi-circulares,
todo este estupor que nos dan los atardeceres de soles amanecidos
y resacas de amores mal piantados.
pimienta en la desgracia
y arrimar a la rastra una sonrisa,
un buey de esperanza sin ojos cansados,
el grito que arranque hasta la epidermis de la garganta,
hasta el crepúsculo que envenenan sus ojos tibios
en esa demencial acrobacia de fundirse indómito en el paisaje
y volverse piedra,
viento,
sol,
cardón,
hasta la ultima gota del pedro derritiendo el estúpido reloj,
la comedia
y el resto de la gente
donde ella ha decidido quitar sus imagen hasta el próximo dolor.
gris lapida anudaron sus ojos.
el frió corto a sus pupilas café
y el sol tartamudeo para el lado de no ver.
El cigarro lo sobrevivió.