Qué suerte poder estar contigo
en esta playa salvaje
y saciar mi sed en tu oasis
de dulce amor y tierno cariño.
Oh, fortuna, que me sonríes
con sonrisa quizá fugaz,
¿quién sabe si este paraíso
como el de Adán y Eva tiene final?
A través de esbeltos cocoteros
se filtra una cálida puesta de Sol
que se refleja en tu piel mojada,
resaltando tu figura, ¡oh, Dios!,
tantas veces por mí deseada.
Eres la niña de la pasión,
eres la Diosa del frenesí,
del pecado carnal y del éxtasis,
y tu lengua de fuego recorre
mi cuerpo, dejando un río de goce,
un río de espuma blanca y dorada
como la que dejan las olas del mar
al morir en la playa.
¡Qué gozo vivir la vida
con este devaneo deleitoso!,
qué gozo mirarte a los ojos
y ver que ellos se iluminan
y que tu cara se enciende
al decirte que te quiero
y que te querré para siempre.
¡Qué gozo cuando gimes de placer
al igual que gime el viento
en las velas de un brioso bajel!
¡Qué gozo dormir sobre tu pecho
y sentir los latidos de tu corazón
que late joven y fuerte,
como el tiempo en el reloj!
Oh, fortuna, que me sonríes
con sonrisa quizá fugaz,
¿quién sabe si este paraíso
como el de Adán y Eva tiene final?