Escuchame, porque mis palabras tienen
el sentido de una ràfaga incesante,
y el que me logres entender traduce
la sensaciòn constante de una manera
impredecible de confiarnos.
Escuchame, y atiende bien mis frases,
porque de ellas sabràs la verdad
de mis insinuaciones, y la locura
de este pacto.
Escuchame, a pesar de nuestras desaveniencias
y del fragor de nuestras disputas,
porque mi voz ahuyentan aquellos fantasmas
permanentes y sediciosos.
Escuchame, en la voz y en la palabra, en la
resurrecciòn de algo innato y silente de
un volcàn pàvido de imaginaciones.
Escuchame, en el recorrido intrifgante que llevan a laberintos inmunes de daño y de dolor.
Escuchame porque al hacerlo, veràs al hombre y su armadura, tratando de zafarse por un instante de la telaraña oculta que tejen sus fantasmas.