Pertenencia

Cuando ya no te esperaba,
cuando me había resignado
a esta amarga soledad
que me resecó las venas,
que me resecó los labios,
que me resecó las mismas
ganas de querer soñar.
Te conocí por tus versos
y en ellos ví tu alma limpia,
transparente como el agua
y, reflejados en ellos,
pude ver mis propios sueños
y esos versos son los dueños
de toda mi voluntad.
Me enamoré sin remedio
de tu vida y de tu aliento,
brotó semilla en mis ojos
y en mi propio corazón
ese, que ya no latía,
revivió con sentimientos
y renovada ilusión.
Fue mágica tu llegada,
en su momento, a mi interior
en el que ya no había nada
y la luz de tu alborada
me inyectó de nuevo vida,
me curó mi vieja herida
y despertaste en mí el amor.
Como el sol, cuando amanece,
inunda de luz al mundo,
tú inundaste lo profundo
de mi alma con tu amor.
Y ese amor es el que crece
en el terreno fecundo
de mi propio corazón.
Hoy reconozco, dichoso,
que he encontrado en esta vida
en tí a la mujer querida
a la que amo con pasión.
Eres tú lo más hermoso,
la única, mi elegida
y no tienes comparación.
Hoy lo digo con orgullo,
sin misterios, sin dobleces,
a voces y no en murmullo,
porque tú así lo mereces:
¡Eres mi todo en la vida,
mi respuesta, el objetivo
de mi adoración, con creces!
No tengo por qué ocultarlo
ante los ojos de la gente,
porque es un amor decente,
puro y bello como tu alma.
Y tus versos son mi fuente
de vida, y puedo afirmarlo
con plena certeza y calma.
Que no quepa duda alguna,
que no exista confusión:
¡Este humilde corazón
finalmente tiene dueña
y es esa mujer que sueña
las cosas que sueño yo,
con la más limpia ilusión!-
Eduardo Ritter Bonilla.
5 de Julio del 2009.