Bendigo al cielo que nos pusó en un mismo camino
te descubrió mi corazón en el momento preciso
cuando mi alma buscaba liberarse del dolor
y del hastío.
No se como pude poner la sabiduría divina
en tela de juicio, siempre renegué de mi mala
suerte, de no tener a lo que yo creía era
el amor conmigo.
La sombra de la soledad era un castigo,
deseaba tanto tener a alguien que fuera mío
que justifiqué muchas veces la mentira y el
olvido.
Me engañé pensando que tal vez el amor pleno
no existía, que no podía esperar tanto de una
sola persona, pero quien era yo
para pretender encontrar a alguien
que me comprendiera, que no me juzgara,
que no me mintiera, que ante todo fuera
mi amigo, después mi amante,
compañero y cómplice en cada instante.
Pero nunca imaginé que estaba mi felicidad a
la vuelta de la esquina, solo la mano de Dios
pudo unir tu vida y la mía.
Mercedes del Pilar Reyna Camacho