Pobres de los niños,
de los niños pobres,
de los que han nacido
de padres violentos;
de aquellos que nadie,
que nadie acaricia,
que sólo conocen
dolor y tormentos.
Pobres de los niños,
de los niños pobres
de mirada triste,
rostros macilentos,
llenos de temores,
con hambre de siglos
y de amor sedientos.
Cantan en los buses
como gorrioncillos
presos en sus jaulas
o como jilgueros,
cantos que parecen
fúnebres lamentos,
llamadas de auxilio,
súplicas, plegarias
ante los oídos
de los desatentos,
los indiferentes,
los que tienen techo...
porque ellos, los niños,
viven en la calle
como vive el viento.
Limpian parabrisas,
venden caramelos,
duermen en la acera
y si no consiguen
algo de alimento,
para ahogar sus hambres,
huelen pegamento.
Pobres de los niños,
de los niños pobres.
Viven en mi sangre
y en mi pensamiento
y si fuera poca
su desgracia impía
no faltan rufianes
que abusen de ellos...
Acaso los ángeles
que de ellos se encargan
sufran en silencio.
Dios de las estrellas,
Padre siempre bueno:
cuida de estos niños,
cuídalos, te ruego,
de los niños pobres,
de los que nacieron
de padres violentos.
De los pobres niños
inocentes víctimas
del remordimiento.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC