En languido descuido mi cabaza yace
recostada en el borde de la almohada
y en mi oido con vertigo infinito,
una voz me susurra eres amada!
Por instantes el susurro es mas violento
y en el mudo silencio de la tarde
el encanto sutil de ese momento
quiebra toda quietud, y mi alma arde!
Si, arde cual tea salvaje y profana,
en latido de sienes y pecho agitado,
muy roja sangre de mi corazon mana
como fuego eterno sobre mi echado!
Y fiebre y delirio repiten mis labios,
en eco cansino suplicando amor,
enrarecese el aire que respiro,
mas no se aplaca en mi la sed de tu sabor.
Vertigo que asimila mi sentir,
manojo de agua y fuego palpitante,
que extrae de ti la gloria de voivir,
refugiandose en tu pecho el mio anhelante.