Permití que tu pérfida figura,
se instalara en mi, dejando impronta.
Estaba ciega, me sentía segura,
sin saber que era necia, que era tonta.
Mi vida manejabas a tu antojo,
si tu estabas feliz, yo me reía.
Si algo te estaba provocando enojo,
era yo quien lloraba, quien sufría.
Enguantada, la mano del destino,
me hacía ver un mañana venturoso.
Qué ilusa fui! equivoqué el camino,
se ha tornado mi existir, penoso.
A la sombra de tu amor, en el recuerdo,
guardo un mundo de ilusión y de poesía.
No sonrío, sólo mis labios muerdo,
me invade la tristeza, murió la alegría…
® Susana Valenzuela
01-04-11