Eres, Señor, mi fuerza. Tú, mi roca,
mi baluarte, mi escudo y fortaleza.
Yo te invoco, mi Dios, como te invoca
todo aquel que se muere de tristeza.
Eres digno, Señor, de mi alabanza.
Tú, refugio seguro en la tormenta.
En tus brazos mi vida se apacienta
y le das el vigor a mi esperanza.
Las olas de la muerte me envolvían.
Me aterraban torrentes destructores;
los lazos del abismo malhechores
mil cadenas de muerte me tendían.
En mi angustia clamé por Ti, Dios mío.
Te grité con gemidos desgarrados.
Te invoqué con mis huesos dislocados
y busqué tu perdón por mi desvío.
Y escuchaste mi voz en tu Santuario.
Mi alarido escucharon tus oídos,
porque siempre estarás con los heridos
y tu mano darás al perdulario.
La tierra sacudida, retemblaba.
Los cimientos del monte se cimbraron.
Las olas de la mar se tambalearon
a la voz del Señor que las llamaba.
Montado en querubines alzó el vuelo
y sus pies en las nubes se posaban.
Inclinaba los cielos que bajaban
y rasgó del horror el denso velo.
De las nieblas Él hizo celosías,
aguaceros sombríos. Tenebrosas
nubes nimbus formaban vaporosas
sombras negras, al vulgo fantasías.
El fulgor de su rostro despedía,
con granizos, carbones encendidos.
El Señor de los pobres malheridos
en un fiero combate combatía.
Asomaron los lechos de los mares.
De la tierra brotaron los cimientos.
Incontables como mis pensamientos
lanzó flechas por muy diversos lares.
Y alargó mi Señor su firme mano,
me sacó de las aguas caudalosas,
me libró de las fieras poderosas,
del abismo profundo y del gusano.
Las desgracias en turba me asaltaron
y el Señor fue mi apoyo y mi baluarte.
Yo escogí de su amor la mejor parte
pues sus lazos divinos me atraparon.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC
Bellísimo Poeta, es hermoso lo que acabo de leer, me gusta el salmo que lleva el número, fecha en que nací. Y alargó mi Señor su firme mano, me sacó de las aguas caudalosas, me libró de las fieras poderosas, del abismo profundo y del gusano...