En el cesto tachados papel rotos
en la percha una corbata bosteza,
él tumbado en la cama cuelga cabeza
sin almohada, aún llenos de alborotos.
Algunas hojas pegadas al piso,
es remiendo en soledad para alfombra
sonríe una imagen, nadie la nombra,
en resto del diario, del viejo aviso.
A la que limpia la escena le asombra
busca en el espejo historiada sombra,
todos ausentes, revienta el vacío,
murmura ella; que barbaridad dijo.
La conciencia ahorcada niega su hijo,
el agrio viento de abril trae hastío.
El señor de los fierros
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