En cada acto, en cada palabra, en cada obra,
en cada pensamiento o idea,
hay alguien sumergido, quien con gestos,
palabras y movimientos,
prefiere mantenerse en silencio,
en la enmarañada oscuridad de la omisión.
Hay palabras, que resuenan en el alma,
a cada instante, surcan un puente,
entre aquello, que algunos creen,
y la realidad verdadera, del silente.
En cada acto, en cada palabra, en cada obra,
hay un mundo sumergido en la mentira,
o en la retórica de la omisión,
dibujando un zigzagueante vaivén,
en el que escucha, inmerso en un reboltillo de olas.
En cada acto, en cada palabra, en cada obra,
en la opinión del que ignora,
que sabes de sus mentiras y no teme.
Vuelve a mentir tan sutilmente,
que se olvida, de la mentira latente,
hilvanando alguna expresión, que se descubre.
La omisión y la mentira van de la mano,
como lo hace el acto, la palabra y la obra.
Nace de un pensamiento o una idea,
se refugia en el profundo intelecto,
y sin darse cuenta, en cualquier momento, aflora.
Mientras, en la turbulencia de tu mente,
la conciencia incursiona, enlaza, ensalza,
gestos, movimientos o algunas palabras,
pequeñas frases, en certero ademán,
descubriendo la omisión y la mentira.