He cultivado las horas
a lo largo de mi vida
prodigándoles paciencia,
cuidados mil, y ternura,
madurándolas con tiempo,
cariño y sabiduría
hasta tener las mejores,
las de brillantes colores,
las más llenas de alegría
para darlas en ofrenda
de amor y de compañía
a una mujer dulce y tierna
que quisiera compartirlas.
Hoy las pongo aquí, a tus plantas,
con mi esperanza tardía
de que quieras aceptarlas
junto con el alma mía,
sin tener que compartirlas
con nadie más en tu vida;
te las ofrezco a ti sola
(cada minuto del día)
con un amor que no acaba,
repleto de fantasía,
para hacer de tu futuro
un bello reino encantado,
un sueño de enamorados,
¡pleno de paz y armonía!-
Eduardo Ritter Bonilla.