Cómo duele, cada noche,
acostarse en solitario
y abrazar sólo una almohada;
sentirse desnudo a diario
(aún teniendo una pijama)
pues la mitad de la cama
se encuentra desperdiciada.
Cómo duele, cada tarde,
en mortal monotonía,
regresando del trabajo,
hallar la casa vacía,
una atmósfera sombría
y un silencio cabisbajo
(la soledad es tan fría).
Cómo extraño, en las mañanas,
el tener con quien hablar
para dar los buenos días,
compartir las alegrías
y en silencio conversar
intercambiando miradas;
mis mañanas son heladas,
sin poderlo remediar.
Qué aburrido es el hablar
tan sólo conmigo mismo,
sabiendo ya, de antemano,
lo que voy a contestar,
y que me responda el eco
(o la radio, que es lo mismo)
qué profundo es el abismo
al que llamamos "soledad".-