Jirones de raso, de piel, de sentimientos,
arena volátil de todos los desiertos,
laceras los ojos atrevidos que te observan.
Verde resplandor de húmedas praderas,
Brisa suave irreverente, indecisa de cadencias,
sumergida de por vida en los mares
de nostalgias que se olvidan.
hordas de fuego de los rayos de soles
que te desean, los postrados encuentran
en ti las verdades más sinceras;
senos de ciñas perfumadas apiñadas en un cubo de madera,
De tulipanes negros que se quiebran en sus piernas,
por la furiosa boca de los vientos que te alientan.
Rigurosa insinuadora de vaivenes que te asientan
en caderas redondeadas de cantaros de piedra.
Parturienta virgen en rosas blancas que se niega dar a luz la vida que se pierde en la partida
por el mazo marcado que se entregan con la misma vida.
Enamorando los muros cuando a ellos te aferras con dientes y uñas,
para no sucumbir en las manos suaves que te asedian.
Edgardo Ruiz Beldarían
27-09-09