Lo estás haciendo mal... de nuevo

Son pequeños golpes
que poco a poco
me van amoratando la piel.
Un grifo que gotea despacito
inhundando todo desde ayer.
Recuerdo el día de mi cumpleaños:
tú naciste para ser el protagonista
y yo para estar en un segundo plano.
En ese lugar me mantengo siempre
y no pretendo cambiarlo.
Pero no mides tu papel
y te creces tan egoistamente en el escenario
que en vez de arrancarme una sonrisa
consigues que me venga abajo.
Y aquel día volví a ser
esa que simplemente llevas a tu lado.
Y aquel día me hiciste caer
en la rabia y el daño.
Hace tiempo que me rendí.
Y sé que no te favorezco al decir
que me espero cualquier cosa de ti.
Pero es lo que me haces sentir.
Me he cansado de ser tu mamá.
De decirte, lo estás haciendo mal.
Y juegas con ventaja porque yo solo puedo tropezar
mientras tú sigues en pie
sabiendo que no vem voy a marchar.
Son pequeños golpes.
La esperanza no se pierde así como así.
La mantienes hasta el último instante
cuando ya no quedan motivos para que pueda seguir.
Y huye cansada con una parte de mi
que sabe me regalará un permanente cielo gris.
Y otra parte se queda por nostalgia,
amor y miedo al fin,
mirándote a la cara con contradicción
porque a pesar de todo no me puedo imaginar lejos de ti.
Y día tras días
mis palabras ya aburridas
se marcharan a casa.
Y día tras día
cerraron la puerta
hartas de que no hicieras nada.
Y aquí sigo, a un lado,
apartada y callada.
Ya no pregunto, ni lloro
ni tampoco suspiro hondo.
Me preocupa esta dejadez
que se pega a mi piel.
Me preocupa este pasotismo
que hace que todo me de lo mismo.
Y así entras y sales de mi vida.
Soy tu recurso para evitar un aburrido día.
Y repites que lo haces sin querer,
te creo, pero no suena como la primera vez.