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Categoría: Amor

PRISIONERA DE PARÍS...

PRISIONERA DE PARÍS
“Que extraño que ignorases, precisamente tú,
que hay vidas cuya entera duración
se alimentó de un beso, un solo beso
que desde la memoria las sostuvo
a través de los años, las penas y la ausencia.”
( Miguel d´Ors, “Sol de Noviembre)
Hoy quiero, Lénya, que mires fuera,
que mires más allá de tu ventana.
No te pido que la desempañes del todo.
Bastará un poco de tu aliento
para que veas lo que quiero.
¡ Vaya, la Primavera celebra hoy
su fiesta en París, en pleno apogeo!.
¡Y no ha invitado
a su más bella flor!
¡Qué despistada es la Primavera! Quizá cuando fue a invitarla
no la encontró
porque un día se escapó
de la prisión de su jardín.
Pero al cuarto día, arrepentida,
regreso a su cárcel.
¿ Y la Primavera no se enteró?
¡ Qué despistada es la Primavera!
¿ Qué me dices?, ¿no abres tu puerta?, ¿no quieres ir sola?
Pero si no vas a ir sola. Yo te acompaño.
¿ Sientes ese viento del sur?
Sí, soy yo, un tanto etéreo quizá, pero yo.
Soy yo y mi abrazo.
Ayer tarde paseaba por la plaza del Cedro de Valencia
Cuando vi revolotear una mariposa.
Y me acordé del efecto mariposa,
el único efecto interesante de la teoría del caos
para la entropía que bulle en este imposible amor.
¡Tranquila!, no me puse a batir mis brazos
como un loco delante de todo el mundo.
Para mi propósito bastaba un suspiro,
un sencillo suspiro.
Pero, ¡vamos, vamos!.
Si quieres vamos a la Tour Eiffel y subimos a la tercera planta,
que yo nunca pasé de la segunda.
Quizá arriba del todo sientas más fuerte mi abrazo.
Al bajar, recuérdame llamar a
la flor más bella de los jardines de Chaillot
para decirle que no puede marchitarse en Primavera.
Y si no la convenzo
te la llevas contigo.
Ahora que estamos junto al Sena,
a ver si me consigues un barco que no sea un bateaux mouches,
Es que tengo grima turística y además
no me gustan las moscas.
No te pido una góndola, me basta algo que fluya
sin ese riguroso orden, siempre previsible.
¡Vale, vale!, te tenía que haber avisado antes.
Ya lo se para otra vez: un suave efecto mosca
para darte un aviso,
y después un efecto mariposa.
Mira que agua más calmada.
Podríamos hacer con ella una gran clepsidra,
en la que el tiempo no se tragara el agua
en remolinos.
me gustaría fluir contigo, agua clara,
hasta el final de este río y, ¿ qué dices?
¿au- delà?,
sí y más allá.
¡ “Voilà”! Notre Dame.
Cuando vuelvas a Valencia sal desde allí con coche,
a ver si son mil trescientos cincuenta kilómetros.
Perdóname si soy tan basto como “el jorobado”,
porque estoy soplando fuerte y te voy mojando.
Y no mires a ese puente, que me recuerda
A “l´homme qui rit” de Víctor Hugo.
Ya se que estás algo cansada,
pero hay que subir a Montmatre,
incluidas las escalinatas del Sacré Coeur;
porque sólo desde esa colina mi viento
puede mecer esa pluma que llevas en el bolso
y escribir este poema mientras te tomas un café
y algo de comer.
Yo no puedo tomar nada; es que el efecto mariposa
no da para más,
a no ser que quieras que el viento
te manche la blusa de café.
Ah, y pagas tú, que no he traído dinero.
A la Ópera no vamos,
que no quiero hacer la competencia a su fantasma.
¡Ah! Ahora vamos por los Campos Elíseos.
Déjame en este paseo
por “la plus belle avenue du monde”
ser Orfeo por un rato;
y tocar la lira convertido en céfiro de la tarde,
mientras sigo cantando este poema.
Deja que mi canto aparte esa nube oscura,
que se cierne en sombra
sobre tu rostro.
Y ahora que hemos salido del infierno
puedo mirarte a los ojos,
A los ojos verde esmeralda de dríada,
mi Euridice,
bajo este tibio sol,
sin temor a que te desvanezcas,
más de lo que yo estoy.
En el Jardín de las Tullerías
te dejo plantar un rato tu flor,
encadenarla sólo un rato.
¿ Que por qué nos metemos en el Louvre?
Para que veas que la Mona Lisa
ha cumplido ya quinientos años
y no ha aprendido a sonreír;
sonríe, pero la felicidad no besa sus labios.
No vale que me digas que no es el retrato
de una mujer sino el de Leonardo.
¡ Sólo una mujer puede disolver
entera su alma
en un fluir de sonrisa estancada
en la tristeza!
Y estancada ha estado quinientos años.
Y tú con… ¡Vale, vale!, no voy a poner
tu edad en un poema;
Pero dentro de, por ejemplo, veintiocho años
me lo habrías agradecido,
porque en el poema habría quedado
eternizada tu juventud.
Bueno, tú sí has aprendido a sonreír.
Yo ya he visto esa sonrisa de princesa risueña.
Pero hace mucho, mucho tiempo…
Y ahora la quiero ver de nuevo,
aunque con este viento haya de
verla también en sfumatto.
¡Así vale!, tampoco quiero una sonrisa que me coma
a deshoras,
como la de Julia Roberts.
Y, hablando de comida,
como nos cierran el museo te dejo cenar,
en la planta 56 de La Tour Montparnasse.
Yo me conformo con unas migas
que, disimuladamente, lances al viento.
Y, como se me acaba el efecto del suspiro,
te doy un abrazo desde los cuatro puntos cardinales,
rodeando en la noche esta torre,
mientras te vas enciendo vertiginosamente,
mi “étoile filante”.
Y me uno a tu rosa,
que es ahora rosa de los vientos,
prisionera ya del aire.
Tienes razón soy el aire.
Pero también prisión de alta seguridad,
para que no se vuelva a escapar
tu beso;
aquél beso
que reprochaste
a mi memoria.
Porque como soy aire
sólo me acordaba
de mi abrazo;
aquel abrazo,
no tan etéreo,
que ahora reprocho
a tu memoria.
Datos del Poema
  • Código: 268539
  • Fecha: 01 de Junio de 2006
  • Categoría: Amor
  • Media: 6.83
  • Votos: 115
  • Envios: 0
  • Lecturas: 1,772
  • Valoración:
Datos del Autor
Nombre: Eduardo Sola Garcia
País: EspañaSexo: Masculino
Fecha de alta: 24 de Diciembre de 2005
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