No quiero ser una de esas caras mustias
que esperan en la cola del INEM
para que un funcionario,
cansado a su vez de ver gente ir y venir
ansiando cada día que el reloj
marque el fin de la jornada
para llegar a casa
quitarse los zapatos
y evadirse o sumergirse en la rutina,
los trate como a simples dígitos,
números que esperan un milagro,
pero tanto al funcionario como al que hace cola
los une algo,
sus bocas en otro tiempo
hubiesen engullido el mundo sin masticarlo. . .
lástima que hayan tirado la toalla.
No quiero que los quehaceres diarios,
la lucha de todos,
roben mi energía,
mi fuerza,
mi oportunidad,
mi paciencia,
no quiero agacharme y sentir dolor en la espalda,
no quiero muelas podridas,
no quiero visitas al hospital,
no quiero sentirme un vehículo
que para su correcto funcionamiento
necesita piezas de recambio,
no quiero facturas,
neveras vacías,
un grifo que gotea,
la cisterna averiada,
la puerta que chirría,
la ropa que pierde su color,
la mesa que cojea,
la quemadura en el sillón,
la mierda en la suela del zapato,
o ese polvo acumulándose en viejos libros.
Aunque esté en calma
mi espíritu debe mantenerse inquieto,
bajo esta gorra que llevo
hay algo más que pelo
carne
y hueso,
quiero que mis dos marrones brillen
incluso detras del muro de mis párpados,
mantenerme firme ante el incesante
tic-tac,tic-tac,
ganar el pulso a lo insulso,
ser el relámpago,
el huracán,
la lava,
el seísmo,
ser la energía,
la fuerza,
la oportunidad,
la paciencia. . .
No quiero ser de esos que dejaron de oir la música,
quiero seguir bailando al son de las inquietudes,
quiero seguir cantándole a lo inesperado,
quiero mantener este estado emocional,
quiero engullir el mundo aunque me atragante. . .
no me rendiré jamás.